Por: Jonathan Sánchez Sinisterra y John Jairo León Muñoz

A veces subo a la montaña y, desde allá miro los cultivos de caña, sus líneas como las de Nasca que van creando figuras y esconden bajo sus formas lo que la caña le hace a la tierra: la seca, la deja infértil.  Otras veces contemplo el Valle e imagino otros campos llenos de frutas y flores. Veo sus extensiones de tierra, sus industrias, sus pueblos y sus ciudades. Soy amiga de los terratenientes. De los Cabal, los Lule y los ganaderos.

Desde la cima, no se ve gente, hay luces que se mueven, pero no veo personas. Desde donde estoy son insignificantes. Lo que gana protagonismo son los carros, que en la noche, a lo lejos, titilan y las luces juegan conmigo, como un efecto visual que construyen con las luciérnagas.

Estoy más cerca del cielo, acercándome soy Dios. Un dios masculino. Soy hombre. Soy mujer. Una diosa con ideas masculinas. Soy macho. Soy hembra. En la cima de la montaña, ostento un poder que me embriaga. Me creo un Barón, pero recuerdo que las mujeres están de moda y me siento una Baronesa, me siento la Baronesa del Valle de la Caña. El universo comienza con mi belleza y termina en el maquillaje que le pongo para que no se acabe. Soy cirugías en los pómulos, en las caderas, en la piel que habito. Recorto presupuestos para hospitales y demoro las obras. Digo que soy el cambio y termino siendo la misma política sucia. Maquillo el progreso. Soy de rasgos bruscos, de hablar fuerte y de intimidar con la mirada. Soy Baronesa, mi temple es rudo, uso pantalones, así creo que puedo ser hombre y mujer, según las circunstancias.

Empiezo a componer mi poder, algunos creen que lo he perdido. Ilusos, ingenuos, principiantes. Yo que he decidido hacer de la política mi único instrumento, juego con ilusiones de los necesitados. La salud para mí es la enfermedad, la vida es la muerte, el desarrollo lo transformo en subdesarrollo. Vivo de la contradicción. Soy la Baronesa. La única. No hay dos, no han nacido ni siquiera las imitaciones. Construyo falacias, mientras acumulo fortuna. Digo que los salvaré de lo que yo misma he destruido. Soy el caos y me presento como el orden. Soy el fuego que arde para que sientan cerca. Soy el aire que sofoca y me presento como la brisa que refresca. Ingenuos todos y todas. Necesito de esa ingenuidad para seguir siendo la Baronesa.

Me rodeo de peones que sueñen ser como yo, ilusos, ilusas, los dejo que sueñen. Les ayudo a quedar como alcaldes o alcaldesas, les doy dinero, trago, fiestas, todo para que inviertan en campañas y logren tener el poder y el presupuesto de los pueblos. Soy la Baronesa. La Baronesa para una sociedad ebria, una sociedad que solo baila y se ufana de las resacas. Una sociedad que no sabe para qué es el baile, ni los pies, ni el ritmo ni el movimiento. A los peones cuando ya los vuelvo alcaldes o alcaldesas les propongo un pacto, del que no se pueden negar. Es una orden, es imperativo: manejar los miles de millones de presupuesto público, solo para mí. Soy la Baronesa. Imagino y pongo. Dispongo y robo. Soy la Baronesa. Les doy un beso, les doy un anillo de compromiso con mis formas mezquinas de gobernar, les entrego una maleta de cuero para que me la devuelvan llena de plata. Identifico quienes tienen talante para mirar el Diablo a los ojos. Es fácil, todos quieren ser como. Soy la Baronesa.

Compito por gobernar el Valle del Cauca una y otra vez, no hay quien me amenace ese puesto. Les hago creer a los otros y otras que sí, que ellos y ellas pueden y, al final el puesto es mío. Todos somos mayorcitos, pero ellos son unos niños y yo, una señora, una Baronesa. Ninguno me iguala, fui concejala, alcaldesa, presidenta del partido de la U durante veinte años, senadora, le puse la banda presidencial al innombrable, a mí jefe político, al mismo que desapareció 6402 jóvenes. El rey de los falsos positivos. Soy la Baronesa, a veces como él, a veces soy él, el innombrable, pero no tanto, con sus mismas tácticas, pero no tanto. 

He sido secretaria de salud del departamento y me volví especialista en quebrar hospitales. Fui senadora hasta que me procesaron por lavado de activos. Reformé la ley 100 desde el congreso, y concreté la salud como negocio. Conozco la cárcel desde sus olores y sus hedores, allí estuve encerrada hasta salir libre por vencimiento de términos. Hago y deshago. Mato y sazono el muerto y me lo como.

Administrando recursos del estado hice de Coomeva y Salucoop y otras entidades privadas las más prosperas del 2007. Luego las declaré en quiebra. Durante mi periodo de secretaria departamental de salud me acusan de haber pedido préstamos a nombre de hospitales y nunca haberles hecho llegar ese dinero, pero si de pasarles la cuenta. Pero, son solo acusaciones. Soy la Baronesa. Soy la Fiscalía, soy la procuraduría. Soy la Baronesa. Soy la ley.

Ponen en duda mi prestigio porque soy prima del también gucariceño Carlos Herney Abadía, condenado por el proceso 8.000 y conocido por cargar maletas de dinero en efectivo para comprar las elecciones municipales en todo el sur del Valle del Cauca. Con mis leyes aporté a la crisis del Hospital Departamental del Valle y cuando fui gobernadora me consagré como salvadora.  Creo la crisis, luego me presento como su salvadora. Soy la Baronesa. Puedo ser blanco, azul, roja, verde. Soy un partido, soy todos. Soy una. Soy la crisis. Soy la solución.

También yo soy Ubeimar Delgado. Soy hombre, soy mujer, no tengo problemas con el género. Puedo ser hombre o mujer según las circunstancias. Soy política o político. Apoyé a Ubeimar en su campaña, él era yo. Yo puedo hacer eso, ser yo a través de otros. Soy la Baronesa. Ubeimar inició la obra del puente de Juanchito, con 28 mil millones de pesos, luego yo le puse 20 mil millones más. No hay afán, me digo. No hay afán. Un trancón, dos, veinte, qué más da. No hay afán. Soy la Baronesa. Y Ubeimar, es decir yo. Ubeimar no terminó el puente, es mejor no terminarlo le dije. Me dije. Me digo. Yo soy dios. Me hablo, me contesto. Después apoyé a Clara Luz Roldan, le siguió invirtiendo y hoy van más de 60 mil millones de pesos invertidos en el puente de los 19 días y las 500 noches, como dice Sabina. Soy Clara, soy Ubeimar. Soy Juanchito. Soy el tiempo que usted espera para poder llegar a Cali. Soy el trancón, la demora. Soy yo la Baronesa. Soy los alcaldes pasados. Soy la Baronesa. Soy Roy. Soy el hospital quebrado. Soy otra. Otro. Soy la Baronesa.